-«No hay mayor signo de demencia que hacer la misma cosa una y otra vez y esperar que los resultados sean distintos”. Aunque no podemos dar fe de su autenticidad, su autoría suele adjudicársele a Alberto Einstein.
Si trasladamos la ocurrencia del famoso físico alemán de pelo cano y alborotado a un laboratorio o un pizarrón en el que un científico combina elementos, fórmulas o números, la sentencia adquiere pleno sentido, pues no hay tal “piedra filosofal” o “abracadabra” en las llamadas “ciencias duras”.
Han pasado a la historia quienes descubrieron un esquivo y novedoso eslabón en meticulosos cálculos que otros intentaron sin éxito, a veces hasta la muerte. Cambiaron algo –consciente o inconscientemente en el proceso y el resultado varió. En la vida diaria, cada quien puede constatarlo.
Bien se sabe que si no se están obteniendo las metas deseadas, vale revisar el procedimiento en su todo y partes para introducir las modificaciones requeridas y así conseguir lo que se persigue.
Llevando esta idea al contexto que nos rodea, encontramos en distintos ámbitos pruebas fehacientes del reiterado error de esperar resultados diferentes, haciendo siempre lo mismo.
Piénsese, por ejemplo, en la situación de inseguridad y violencia que vivimos. No hemos atacado durante décadas las causas del problema: no hemos garantizado condiciones de vida digna a nuestra población ni construido una cultura de paz y respeto a los derechos humanos con participación ciudadana, ni hemos aumentado la eficiencia de los órganos de justicia y seguridad para combatir la impunidad (a pesar de que los indicadores mostraban niveles alarmantes desde hace años).
Seguimos haciendo apología de la violencia, convirtiéndola en algo cotidiano (inevitable y por ello aceptable) para nuestros hijos y comunidades, sin reducir el armamentismo ni otros factores criminógenos.
Y a pesar de que nada de eso se ha hecho, esperamos ingenuos que, de forma casi milagrosa, se reduzcan las estadísticas de homicidios, tasas delincuenciales e índices de impunidad y corrupción. El proceso electoral primario recién concluido operó bajo esa lógica demencial, la misma que cuestionaba en su momento el genio alemán. Las reglas de participación seguían siendo las que en 2008 y 2012 provocaron serias denuncias y arbitrariedades en el seno de los partidos que organizaron primarias en ese año. Pero en la práctica, nada se hizo desde entonces (pasado el barullo y rabietas) para remediar las causas de las irregularidades y quejas. La promesa de una nueva Ley Electoral y de las Organizaciones Políticas fue ignorada y puesta a un lado, a pesar de que las reformas podían apuntalar el sistema político democrático del país, generando credibilidad en una ciudadanía que cada vez desconfía más de la política y sus principales operadores: los políticos.
Las anomalías detectadas en las elecciones deben investigarse y erradicarse. No hacerlo y esperar confianza y credibilidad en las elecciones de noviembre sería demencial. Sería negar la realidad, tal y como hacen sin cesar quienes padecen de locura.
NOTA: Publicado el 30/11/2012. Adaptamos fechas y sigue vigente