Un año como otros

Por Miguel A. Cálix Martínez

No recuerdo la primera vez que escuché o leí la expresión “déjà vu”, esa sensación que a veces experimentamos de que ya ha pasado algo que recién estamos viviendo. Aunque hay explicaciones científicas y otras que rayan en la charlatanería, lo cierto es que con bastante frecuencia nos ocurre y nos hace detenernos a reflexionar si, efectivamente, lo que está sucediendo acontece en ese momento, ya lo había uno preconcebido, soñado o lo está reviviendo.

Tómese como ejemplo lo acontecido en las últimas elecciones primarias ­algo comentamos la semana pasada en este espacio, valiéndonos de nuestros archivos­ en las cuales se repitieron por doquier las quejas y anécdotas de siempre. Como si se tratara de una película de Semana Santa, de esas que transmiten en la tele (y antes en los cines) sin variar desde “ya no me acuerdo cuándo”, volvimos a observar el “vía crucis” de la “democracia electoral”, en la que sobran fariseos, mártires, traidores (con o sin canto de gallos), ladrones, verdugos y hasta judas, pero también “redentores”, “mesías”, sanedrines, Pilatos y hasta milagros de multiplicación, resurrecciones, con maravillosas apariciones (y desapariciones) de último minuto.

O lo que ha sucedido con los juegos de la eliminatoria al mundial de la Selección Nacional de fútbol: una vez más las derrotas hacen maldecir a jugadores y directores técnicos (que hasta hace poco eran los héroes y gladiadores favoritos de la afición), hacen a la prensa y opinadores pedir que retornen a la cancha y al banquillo entrenadores y atletas retirados, mientras los comentaristas deportivos le echan la culpa al clima, al terreno, al arbitraje y hasta al color del uniforme utilizado en los partidos. Se habla de calculadoras, de probabilidades cercanas o remotas, de caminos escabrosos y hasta de amuletos de mala suerte.

¿Y qué tal con los incendios forestales? Se empiezan a quemar los cerros y la resiliente vegetación que los cubre, salen a batallar los bomberos, comienzan los ayes de vecinos y medios de comunicación y ­al igual que pasa con las elecciones y el fútbol­ se vuelve a hablar de la falta de previsión, de planificación, de voluntad de iniciar cambios y hacer las cosas de manera diferente, mientras arden árboles, especies animales y vegetales, se contamina el aire y se dañan las cuencas hidrográficas. Las recriminaciones y acusaciones van y vienen, se recuerda la falta de educación, la cultura agrícola y se buscan culpables (en el que no hizo y en el que hizo) que casi siempre quedan sin castigo real ni sanción moral.

¿“Déjà vu”? Definitivamente no, a menos que se trate de una alucinación colectiva que se repite cada cuatro años, o anualmente. Podríamos hacer la misma reflexión sobre otros acontecimientos o experiencias en los que se tiene la sensación de dar vueltas en círculos, o más bien como en una lemniscata, en que se llegará siempre al principio y se recorrerá el mismo camino, una y otra vez, como se hace en un nudo infinito o en una banda de Moebius.

El elemento común en todo lo narrado, como habrá usted notado, somos nosotros. Los que aquí vivimos, los que nos quejamos.

*@MiguelCalix