Durante meses fue esclava de la Mara hasta que logró escapar a México, apostando por huir de las garras de la MS13 en El Salvador.
Ella tiene 22 años, llegó hace más de un año a un pueblo en el sur de México como refugiada ante las amenazas de muerte de las pandillas salvadoreñas por cometer uno de los más altos delitos dentro del código de honor de la Mara Salvatrucha, cruzar la frontera para escapar de su esclavitud.
En entrevista con el medio digital El Faro una mujer que solicitó anonimato narró cómo cruzó de El Salvador el pasado 28 de septiembre del 2016 rumbo a México junto a su hija de cuatro años de edad. Hoy vende fruta picada en las calles, vive en un humilde cuarto con muy pocas cosas pero sin miedo a morir a manos de las pandillas.
Su niñez estuvo marcada por el acoso sexual de su padre.
«Desde los siete años yo recibía acoso (de mi papá). No era penetración completa, pero me tocaba, me masturbaba, por decirlo así. Era desagradable. No me avergüenza decirlo, todo eso me ha hecho una mujer fuerte».
Un 31 de diciembre su mamá lo engañó con otro y su padre presenció el acto en su propia cama, ese día bajo los influjos del alcohol la golpeó de manera brutal e intentó violarla. Ellas interpusieron una denuncia y su papá terminó en la cárcel.
Antes de su salida, decidió mudarse con su abuela para salir del círculo de violencia.
«Me fui a vivir con mi abuela, y esa es otra historia. Mi abuela es del sistema en que si eres mujer, trabaja, no esperes que te mantenga. Empecé a llegar a la iglesia y conocí al papá de mi hija. Mi abuela vivía en la Costa del Sol. Estuve como cuatro meses. Un día llego de una vigilia, eran como las 12 de la noche. Y mi abuela se queja: vienes de estar con ese hombre. Sabes qué, vete a la… viene el tipo y me tuvo unos días en la casa, hasta que me metí con él».
Sin marido y como madre soltera inició a trabajar como empleada doméstica.
Su patrona la apoyó para terminar el bachillerato, con el objetivo de superarse en muchos sentidos. Con 19 años de edad y con estudios decidió conseguir un mejor trabajo, con mejores prestaciones.
Fue entonces que inició a pagar una casa con apoyo del Fondo Social para la Vivienda, una ayuda subsidiada por el gobierno de El Salvador para que personas de bajos recursos puedan acceder a una vivienda digna, pero su nueva colonia estaba dominada por la Mara Salvatrucha.
Los criminales poco a poco fueron acosándola hasta que entraron a su hogar a la fuerza. Los primeros seis meses del 2016 se convirtieron en un infierno, la MS13 utilizaba su casa como centro de operaciones para transportar drogas y armas a otros barrios. Después la Policía inició redadas en su pequeña morada.
«La Policía llegaba a golpearme y a darle vuelta a lo que hallaba. Me pasó dos veces. Ella (mi hija) estaba ahí. Por suerte, cuando había estos sucesos, ellos me mandaban a dormir a la niña. Ha sido de ese tipo de niña que ella puede estar y le digo, duérmete y se duerme y ya no molesta».
«Yo ya estaba que explotaba. Prácticamente estaba privada de libertad. No podía salir a otra cosa que no fuera mover armas o recoger la renta (extorsión) a buseros y puestos alrededor del centro, como el mercado Sagrado Corazón, un lugar bastante peligroso».
Después, todo se convirtió en un verdadero infierno.
«Terminaba todo en acoso, violación, violencia. En el último abuso me violaron 12 hombres con exactitud. Quedé inconsciente. Fueron violaciones múltiples, no solamente fue una. Porque me negaba a cometer los actos delictivos que me mandaban. O cuando les daba la gana».
En septiembre del 2016 fue el mes cuando pudo escapar. La mandaron a entregar un arma, ese día se llevó a su hija para comprar algunos víveres. Pero después de la entrega, los policías realizaron un operativo para desmantelar a una fracción de la MS13 que lideraba en la Universidad Francisco Gavidia en San Salvador.
Con el dinero que obtuvo del arma aprovechó para tramitar el pasaporte de su hija y cruzar en autobús hacia Guatemala. Durante varios días lloró a bordo de un transporte para llegar a un país que no conocía.
Al llegar a Tenosique en Tabasco, los militares la engañaron para quitarle dinero a través de sobornos. Hoy después de tramitar papeles como refugiada a través la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, puede caminar con tranquilidad entre las calles de México, sin miedo a volver a las garras de la MS13.
El testimonio Narrado aquí:
Con información: El Faro.
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