Que Dios nos guarde

Olban Valladares

-Lo que está ocurriendo en Honduras no es asunto de broma ni debe tomarse como un acto jocoso dentro del circo que rodea esta pantomima de elecciones internas (diz que democráticas) donde se han multiplicado las prácticas vergonzosas del inflado de urnas, del surgimiento de figuras políticas “triunfadoras” que, a los ojos de los observadores más objetivos y el reclamo de sus compañeros de fórmula, no deberían estar ocupando primerísimas posiciones frente a personajes muchísimo más reconocibles en una planilla electoral.

La revelación del “asesor” presidencial Marvin Ponce sobre la manera en que se manipulan las cifras en las urnas; la delegación dolosa, sin lástima ni prudencia, de los delegados de mesa para asignarles votos inexistentes a aquellos que se bolsearon para darles una pequeña retribución o “propinita” por sus lodosos servicios, confirmado este delito electoral por las honestas y valientes declaraciones de doña Aurora de Pineda, precandidata de libre a la diputación por Francisco Morazán, que reveló cómo sus colegas candidatos le solicitaron una “contribucioncita” para la paga de dichas “propinitas”, lo cual ella rehusó; las escandalosas cifras en actas que sobrepasan el número de votantes asignados a esa mesa electoral y etc., etc., etc. Y, finalmente, la histórica confesión de un expresidente de la República que declaró que su triunfo electoral, en efecto, había sido producto del fraude.

Pero nada de todo esto parece conmover la conciencia política de nuestro pueblo; seguimos avalando, con nuestros votos, la corrupción electoral, el latrocinio administrativo, la incapacidad e indolencia de administración tras administración hasta llegar al colmo de tener que aceptar que somos incapaces de aplicar nuestra propia justicia y que son las autoridades norteamericanas las que no tienen ningún empacho en procesar no solo a los actores principales y directos de la narcoactividad hondureña sino también a aquellos funcionarios, sus amigos y sus parientes que con sus acciones u omisiones, “cierre de ojos y de boca”, se han convertido en cómplices activos o pasivos de tan vergonzosos y criminales actos.

Faltan demasiadas sorpresas, el río ha sonado demasiado para que no esté arrastrando turuncas. Dios nos salve de esta otra tormenta del mal. Que Dios nos guarde.