Misión: librarse discretamente de la colección porno de papá

-Hubo un tiempo sin internet en que mucha gente compraba revistas pornográficas y las guardaba escondidas; cuando se morían, sus allegados las descubrían y no sabían qué hacer, hasta que una empresa de Londres salió en su ayuda.

«We buy any porn» («Compramos cualquier porno»), ofrece comprar las revistas en buenas condiciones y eliminar discretamente aquello que no sirva, como las viejas cintas de video en sistemas caídos en desuso, como Beta o 2000.

«Tenemos nuestra propia maquina para una destrucción discreta» y «somos rápidos y eficientes. Trabajamos discretamente», promete la empresa en su página web.

Dave, de 55 años, que no quiso que se difundiera su apellido, es el propietario de We buy any porn. Lleva en el mundo de la venta de material erótico desde 1977, casi 40 años.

Asimismo, tiene una librería erótica en el barrio londinense de Islington, Ram Books, donde acaba todo el material que rescata de las casas.

La librería es una joya del género. En sus estanterías se encuentran números históricos de revistas legendarias con modelos como Brigitte Bardot, Ursula Andress o Raquel Welch, además claro, de publicaciones de porno duro.

«Dado que una cierta generación de hombres llegan al final de sus vidas ahora, tendemos a encontrar revistas de los años 70 y 80, revistas clásicas como Playboy, Penthouse o Mayfair», explicó Dave a la AFP.

La idea de acudir a domicilio a rescatar colecciones surgió «para obtener más revistas para Ram Books, pero tan pronto como empezamos nos dimos cuenta de que existía la necesidad de deshacerse de las revistas de los familiares».

Dave está muy satisfecho con el éxito de Webuyanyporn en los 9 meses que lleva funcionando, y ha encontrado auténticas joyas.

«Hay un montón de porno escondido en buhardillas, en casetas de jardín, bajo las camas, hay porno por todas partes».

– Unas revistas porno y un funeral –

Entre las historias que más le sorprendieron está la del cura que requirió sus servicios.

«Me llamó un cura, en la costa sur, no puedo decir más. En su parroquia había algunas casas que habían cedido a personas ancianas. En una de ellas vivía un señor que murió y dejó un montón de revistas», narró.

«El cura me llamó y me dijo si podía acercarme. Me las llevé, le pagué un buen dinero, y el dinero fue para el señor fallecido, para pagar su funeral», concluyó.

Freddy, un cliente de la tienda, recurrió a Dave y a su empresa cuando murió su padre.

«Al morir mi padre, mi hermana hizo limpieza en la casa. Descubrió la colección de mi padre. No había nada horrible, solo revistas normales. Pero le dio mucha vergüenza y pensó que a mi madre le decepcionaría enterarse».

Dave cree que la gente no tira las revistas a la basura sin más por temor a que los vecinos, los niños que pasan por la calle o el basurero las encuentren.

Y además, «si tienes mil revistas, ¿cómo lo haces?», se preguntó.

Dave es consciente de que en 30 años será difícil hallar nuevos tesoros, por culpa de internet.

«Cuando era niño, te sentías muy afortunado si llegabas a ver un Playboy o un Mayfair. Hoy en día, en un segundo puedes ver en tu telefóno la pornografía más dura», estimó, mencionando el caso de un reportero de 22 años que vino a entrevistarlo y nunca antes había visto una revista del género.

«Eso ha acabado con el misterio, la sorpresa, el glamur», lamentó, mientras ordenaba revistas que a este periodista, y a cualquiera de su generación, sí le despertaban viejos recuerdos de juventud.

al.zm

AFP

HRMH