Milagros

GASPAR VALLECILLO MOLINA

Suceso extraordinario que contraviene las leyes de la naturaleza y que se supone realizado por intervención sobrenatural de origen divino. Suceso o cosa rara, extraordinaria o maravillosa, portento, prodigio, fenómeno, maravilla, pasmoso, admirable, fascinante, mágico, sobrehumano, increíble, extraordinario, desconcertante, extraño, conmovedor, turbador y sobre todo, entontecedor.

Expresión para significar o burlar algo que nos parece inusual o chusco. Llama la atención la trascendencia dada a la expresión de un funcionario gringo sobre la reducción de muertes por crímenes en Honduras que catalogó como “verdadero milagro”.

Lo han repetido tanto que estamos a punto de creerlo.

Si la reducción del número de muertos es un milagro, el sufrimiento y el llanto son estadística sin trascendencia porque el dolor ajeno no duele como tampoco las lágrimas del vecino.

Un colega mexicano asegura “que las estadísticas y las malditas mentiras son lo mismo” y no deja de tener razón, cada quien las interpreta a su antojo, les pone y quita según la conveniencia particular o colectiva que se quiera significar, criticar o anular.

Solo hay que ver las noticias para darnos cuenta que si bien es cierto que se ha hecho mucho y se la logrado la disminución de muertes por crímenes horrendos no es menos cierto que los que hay, siete en un día, impactan y son el detonante que convence que no se hizo nada antes y que ahora que se hace falta mucho por hacer.

La violencia desgraciadamente sigue siendo normal, corriente, vulgar, ordinaria y frecuente. En Honduras, no hay milagros. Así de sencillo. De milagros quisiéramos vivir, convertir y reconvertir lo que no nos gusta o afecta. Buena falta nos hace un milagro de esa envergadura para no conformarnos con lo poco que se tiene cuando podríamos tener más para un “vida mejor”.

Por ejemplo, que se nos diera el prodigio de tener a los corruptos oficiales e impunes en la cárcel con el asombro de una cadena perpetua a quienes roban la salud del pueblo y que se recupere el botín para invertir en nuestras precariedades y prioridades. Así de extraordinario para creer en santos que orinan.

Otro asombro sería tener burócratas capaces probos probados no ignorantes rapaces y sobrados. Entontados. Hace una semana fui a San Juan Bautista, una aldea de Pespire, tardamos en llegar cinco horas y media, y seis de regreso.

En esa odisea el tiempo pierde su valor y los cientos de negocios sus ingresos al soportar las incongruentes autoridades insulsas que improvisan sin jamás pensar en el perjuicio colateral de sus imposiciones.

Abusan del viajante por falta de previsión para agilizar el tránsito. Cierto que el progreso requiere esfuerzo, pero sin atrasos inconcebibles que a estas alturas del siglo XXI son inaceptables. Mintieron cuando anunciaron con alharaca que la carretera del sur sería de cuatro carriles y nada, dos, un poquito más amplia y ya.

Así nunca “tendremos la mejor red vial de Centro América”. Nicaragua o El Salvador hacen sentir la diferencia que nos diferencia sin portentos sino por el deber cumplido de una misión con visión.

¿Que estamos listos para competir con todo el mundo?; ni de milagro con la patentada corrupción y esos apagones de la ENEE, que mucho dicen de nuestras incompetencias sin exigencias y sin milagros.