Santiago de Chile. Lorenzo Aillapán Cayuleo tiene cuerpo humano y alma alada. Él es el Hombre Pájaro mapuche, un poeta y portavoz de los valores culturales de esta comunidad indígena chilena capaz de interpretar el mensaje de las aves, las que, según el sabio, «nunca cantan por cantar».
«Yo tengo espíritu de pájaro», explica Aillapán, quien asegura que gracias a su don puede comunicarse con más de 60 especies de aves distintas del país austral, además de cultivar y desarrollar la «poesía de los pájaros», género literario único que le ha hecho acreedor del primer premio de Literatura en Lengua Indígena otorgado por la Casa de las Américas en 1994.
Así como se heredan casas, vacas o terrenos, el indígena recibió la cualidad de «üñümche» u «Hombre Pájaro mapuche» en este milenio, un legado que le fue entregado durante un sueño en el que una bandurria, un pájaro de pico largo y delgado, cual jeringa de hospital, le picó el dedo pulgar y le sacó sangre.
Desde aquel momento, siempre se supo diferente al resto de los niños, pues perdía la noción del tiempo conversando con los cisnes de cuello negro y los patos reales del salado lago Budi, al sur del país, en la exhuberante región de La Araucanía.
«Fue entonces cuando los sabios mapuches se dieron cuenta de que tenía conexión con el universo de los pájaros y fui consagrado como ‘üñümche’, que en mapudungun, idioma mapuche, significa ave-hombre», comenta el sabio.
Gracias a este sacramento, Aillapán pudo sobrevivir, pues de no haber sido consagrado el indígena cree que se hubiera podido «transtornar» ante la falta de correspondencia entre el espíritu y el cuerpo que lo tenía encerrado.
Para la cosmovisión mapuche, el pájaro es una divinidad espiritual dada por su capacidad de manejar el aire con su vuelo, surcar los mares con su nado, sembrar la tierra con sus heces y comunicarse con otros pueblos gracias a sus migraciones.
El entendimiento e interpretación del canto de estos seres ha permitido al indígena adquirir conocimientos sobre liderazgo y formación de organizaciones culturales, una sabiduría que le ha permitido convertirse en uno de los exponentes más relevantes de la etnia a la que pertenece.
«Observando la solidaridad y comportamiento en grupo de los pájaros y las aves aprendí a gestionar mi comunidad y mi gente», relata Aillapán, quien ha participado en diferentes foros internacionales como portavoz de este pueblo aborigen suramericano.
Asimismo, su condición le ha convertido en un «poeta alado» que acompaña sus apariciones con los trinos de las aves del sur de Chile, la interpretación de instrumentos indígenas como el kulthrung, instrumento de percusión que representa el planeta tierra, junto a danzas y cantos tradicionales.
Y es que, a su juicio, «ningún pájaro canta por cantar, sino que todos entregan un mensaje onomatopéyico».
«Ayer, por ejemplo me encontré una loica que estaba haciendo un canto a la nostalgia. Por su triste trinar, supe que echaba de menos la humedad y olor de los árboles nativos, motivo por el que yo le contesté con un canto para animarla», explica el poeta.
Según el mapuche, estos momentos de contacto «son mágicos», pues los pájaros, sorprendidos por su capacidad de interacción, se acercan y se posan a unos pocos centímetros de distancia.
«En estas ocasiones, cuando tengo la oportunidad de mirarlo a los ojos, de ver su parpadeo tan parecido al humano y percibir su respiración agitada, es cuando soy consciente de nuestra profunda conexión», señala Aillapán.
Sus versos y sus cantos, latidos constantes que se mimetizan con el susurro de los bosques y montañas, encarnan una oda a la naturaleza que recuerda que los hombres solo son, como afirma Aillapán, «uno más del gran entramado de la madre tierra». EFE
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