Por: Edmundo Orellana
Catedrático universitario
Así definió la conquista de América por España, el presidente de la Radio y Televisión Española, en un discurso que pronunció recientemente. “¿En qué cabeza cabe, afirmó, que los españoles de entonces iban a dedicarse al exterminio de seres humanos? ¿Que se hicieron cosas malas? Qué alguien me diga en qué conquistas no las hubo”. La llegada de los españoles a América, según él, solo es comparable al nacimiento del Mesías. Y remató con lo siguiente: “Lamentar la desaparición del imperio azteca es más o menos como sentir pesar por la derrota de los nazis en la Segunda Guerra Mundial. La cultura azteca era un totalitarismo sangriento fundado en los sacrificios humanos”.
Al iniciar su discurso, sin embargo, el caballero de marras confiesa lo siguiente: “Mi falta de conocimiento sobre el asunto, el exceso de trabajo que tengo y el poco tiempo que ha transcurrido hace que la calidad de las palabras que voy a pronunciar deje mucho que desear y, por tanto, pido perdón de antemano por las mismas”.
Fue en la Casa America, consorcio español, cuya finalidad es estrechar lazos con el continente americano, donde quedó al desnudo la ignorancia de este sujeto. No pudo escoger mejor escenario para ofender con su cínico discurso.
Desde los primeros encuentros de los españoles con los indígenas, fue patente su carácter conquistador y colonizador. La primera impresión de Colón sobre los indios de la “Hispaniola”, quedó por escrito en los términos siguientes: “Podrían convertirse en buenos sirvientes… Con cincuenta hombres podríamos someterlos a todos y hacer lo que quisiéramos con ellos”.
Era opinión generalizada entre los clérigos de la época que los indios “no eran hombres naturales, ni tenían capacidad para que se les comunicase el Sacramento del Altar”, ni ninguna enseñanza de religión, por lo que se les calificaba “no solo de incapaces y bárbaros sino de bestiales o bestias”. Más de medio siglo después del descubrimiento (y de someter cruelmente al indígena, por su condición de bestia), en 1550, en la Junta de Valladolid, se discutió el asunto entre dos teólogos, Ginés de Sepúlveda, que defendía, por las razones indicadas, el legítimo derecho de los españoles a someter a los indios a un régimen de dominio y la justicia de la guerra de sometimiento en el nuevo continente, y Bartolomé de las Casas, que defendía la condición humana del indio y su derecho a la evangelización.
Lo que ocurrió en la conquista está escrito con sangre. Es la historia de un genocidio. En más de 60 millones se redujo la población indígena, según los entendidos, por la presencia de españoles en el continente, hasta 1770. Este exterminio no fue provocado por el filo de la espada del conquistador, solamente. Las enfermedades que este trajo del viejo continente hicieron estragos entre la población indígena. La viruela fue la más virulenta. Llegó a los incas, quienes la llamaron “los granos de los dioses”, antes de que llegaran los españoles.
Habrá que preguntarse cuánto aportó la inquisición (abolida en 1834) a esta orgía de sangre. Seguramente las víctimas fueron inferiores a las que los aztecas ofrecían en sus sacrificios. La diferencia es que estos las ofrecían a los dioses y los inquisidores a la fe en su religión.
Es cierto que con los españoles vinieron las ciencias y las artes del viejo continente. Pero también es cierto que los indígenas poseían sólidos conocimientos científicos y una robusta y vibrante cultura. Fue un encuentro de civilizaciones, de cuya fusión somos el producto.
De lo dicho en el discurso del presidente de RTVE, nadie discute su confesión. Todos están de acuerdo en su “falta de conocimiento sobre el asunto” y en que sus palabras dejan mucho que desear. El perdón que solicitó anticipadamente por sus disparates, no le fue concedido ni por los trabajadores de la Radio y Televisión Española, los que declararon públicamente sentirse avergonzados de sus declaraciones y exigieron la inmediata destitución del ignorante confeso.