Esperanza

Por Luz Ernestina Mejía P.

Al fraude electoral se ha actuado con indiferencia, desprecio, miedo o conveniencia. La solidaridad proverbial hondureña ha tenido excepción: una marcada a la hora de defender el derecho de elegir y ser electo. El apuro cotidiano de los hondureños relegan a lo superfluo lo que no sean sus necesidades básicas, entre las que elegir a los dirigentes nacionales no se encuentra. Otros, las inconformidades individuales con los resultados electorales, les parecen despreciables, son debilidad. Hay quien consciente de los efectos negativos a la democracia, condena, pero en íntimas tertulias. El miedo a denunciados y padrinos les paraliza e impide evidenciar ilícitos y autores. Y están los que no acusan por conveniencia, para no ser víctimas del enojo de los que sustentan la dirección formal o informal en el partido político y quedar excluidos de las ventajas del poder actual o potencial. El desgaste emocional y hasta económico que implica, también retraen la defensa de derechos electorales. Por lo que sea, la impunidad ha fomentado el irrespeto a la voluntad popular manifiesta en las urnas. Quedan electos personas que los votantes no elegimos. Y no hay responsabilidad por las decisiones tomadas. El fraude electoral una vez más ha sido vergonzoso. Ha vuelto a restregarse una pena grande, la nominación “elecciones estilo Honduras”, ganada a pulso. ¿Hasta cuándo? La UNAH, ASJ e Impactos, entes de ciudadanía activa, han iniciado un camino a la transparencia electoral. Entendida no solo como la eliminación de los delitos electorales sino de todo lo que es corrupción, incluido el uso de dineros estatales, del narcotráfico y de cualquier otro origen raro. Junto al Diplomado en Derecho Electoral de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la UNAH y de la Fundación Konrad Adenauer generan esperanza de que algún día las elecciones en Honduras sean diferentes: expresión de la voluntad popular. Y no la personal de barones de la política o de otros poderes fácticos