Cómo usar la memoria para adelgazar

El psicólogo británico Eric Robinson propone una estrategia muy original y accesible para complementar la dieta y perder peso: utilizar la memoria. Su sugerencia se basa en la hipótesis de que el apetito se forma tanto en la mente como en los intestinos.

Según cita el sitio BBC Mundo, Robinson, quien trabaja en la Universidad de Liverpool, supone que si una persona intenta recordar la última vez que comió, puede adelgazar sin sentir las punzadas de hambre.

«Muchas investigaciones muestran que factores psicológicos sutiles pueden tener un impacto en la cantidad de comida que ingerimos, pero la mayoría de la gente no es consciente», dijo el experto.

Su teoría se inspiró en parte en un estudio con dos personas – un exmúsico y otro exbanquero– que sufren amnesia anterógrada, es decir, que son capaces de olvidar un episodio reciente en sólo 20 minutos. Ambos habían contraído ese cuadro tras sufrir una infección causada por un herpes que afectó a partes de su lóbulo temporal, la región del cerebro que acoge los nuevos recuerdos. Así como estos individuos olvidaban una conversación profunda en menos de media hora, también eran incapaces de recordar lo que habían comido.

Científicos les ofrecieron un plato con un sándwich y pastel, que comieron hasta que se sintieron llenos. Unos 15 minutos después volvieron con más porciones. Mientras que los voluntarios sanos tendían a sentirse demasiado llenos como para seguir, los dos individuos amnésicos volvieron a ingerir alimentos hasta que se sintieron saciados.

Pero a pesar de su falta de memoria, los amnésicos no eran completamente inconsientes sobre lo que estaban comiendo, ya que buscaban la variedad de sabores. Tras varias ofertas de alimentos, se sentían menos tentados por lo que ya habían elegido antes. Su cambio de preferencias sugiere que no tenían ningún problema en el procesamiento sensorial de los platos. Tan sólo no podían crear un recuerdo explícito de la comida y sin él se sentían hambrientos, aunque aunque sus estómagos estuvieran llenos.

Otro estudio reciente citado por Robinson sugiere que el cerebro es fácil de engañar en materia de cuánto comemos. Su líder, Jeff Brunstrom, de la Universidad de Bristol, le pidió a  voluntarios comer un plato de sopa. Pero sin que ellos lo supieran, el autor había conectado un tubo con los recipientes, lo que le permitía rellenar el caldo de algunos de los participantes en el experimento sin que  ellos lo notaran.

Notó que el hecho de que siguieran o no picoteando después de comer la sopa dependía casi por completo de la apariencia del plato al principio de la comida (si parecía grande o pequeño) y muy poco de la cantidad real que había en él.

Por otra parte, Brunstrom también planteó que las distracciones de la vida moderna, como la televisión o los teléfonos inteligentes, pueden afectar a los recuerdos de lo que se comió. Lo hizo luego de pedirle a voluntarios que comieran con una mano y jugaran al solitario con la otra. Así muchos habían olvidado lo que habían ingerido y consumieron más galletas durante el día. En contraposición, a otro grupo al que se le pidió comer lento y saborear su comida, pudo recordar lo que había ingerido durante el transcurso del día y así, picotear menos.

Pero si recordar los alimentos no funciona, Robinson propone otras ideas, como la de investigadores de EEUU, que sugieren visualizar antojos con detalle para engañar a la mente y hacer que se piense que se han comido esos alimentos.

Con todo, Robinson indica que todavía se necesitan ensayos mayores para ver si estos trucos de memoria son efectivos en la batalla contra la obesidad.

Fuente: Docsalud.com

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